RAMÓN MÁRQUEZ LÓPEZ | Empresario de la distribución y del comercio de bebidas
"En los peores momentos llegué a pensar que morirse no era tan malo"
Ramón Márquez recorriendo el Camino de Santiago hace una parada en Lugo/ M.J.Delgado Ramón Márquez López (Aldaya, 1964) dedicaba todo su tiempo al trabajo, a la familia y al deporte -submarinismo, artes marciales y vela- hasta que, en febrero de 2014, le diagnostican una leucemia mieloide aguda. A partir de entonces, es cuando este empresario de la distribución y del comercio de bebidas se ve obligado a cambiar de vida; su existencia hasta ese momento giraba, principalmente, en torno a su esposa María del Carmen y a sus hijos Ramón y Juan Carlos. La enfermedad provocó que toda esa arquitectura se transformara; de repente, él se convertiría en el centro de atención y destinatario de los cuidados, algo para lo que ninguno se había preparado. Aún así, después de tres largos años, todo vuelve a encajar y a tomar forma: las dificultades por las que han pasado, lejos de debilitar los lazos familiares, los han reforzado; y sus aficiones deportivas, en lugar de abandonarlas, las ha sustituido por otras más acordes con su estado físico actual -caminar, bicicleta y Kali Filipino-. Ramón se siente orgulloso de haber superado la leucemia, y ha compartido su experiencia a través de la campaña de sensibilización "Sin miedo, retratos y testimonios" de ASLEUVAL, presente en los hospitales valencianos.
En su caso, ¿cuál es el tratamiento que recibe para hacer frente a la enfermedad?
La leucemia me la diagnosticaron el 11 de febrero, y el 28 de julio de ese mismo año me realizaron un autotrasplante. El tratamiento previo al trasplante consistía en un protocolo de cuatro sesiones de quimioterapia de una semana de duración y unos treinta días de ingreso por sesión, en el último estuve cuarenta días.
Todo ello le provocó unos efectos secundarios... Sí que tuve muchos síntomas secundarios, lógicos del tratamiento, como fiebre a partir del segundo ciclo de quimio, en el primero no tuve ni un solo día; pérdida de peso, unos 38 kilos; vómitos, aftas bucales, sangrado por falta de plaquetas, e inflamación de la glándula salival de manera notable durante unos días. ¿Qué armas utilizaba para enfrentarse y sobrellevar estas complicaciones? Verás, mi ánimo se apoyó siempre, en mi caso, en el hecho de que si no ponía todo y más de mi parte me podía perder el disfrutar de mis hijos, de mi mujer y del resto de familia y de amigos. Es cierto que he sido un privilegiado en la compañía de mi mujer, pues estuvo veinticuatro horas conmigo durante más de año y medio; y mis hijos, todo su tiempo libre era para estar allí, nunca les pude convencer para que retomaran su vida sin pensar en mí para cada paso que dieran. También me daban mucha fuerza y cariño las personas que me atendieron en la planta de hematología, desde la mujer de la limpieza hasta la última enfermera; la actitud positiva que me mostraban era un acierto muy grande para no caer en el desánimo, y sentía que nada malo me podía pasar con aquellas personas a mi alrededor. Una experiencia difícil, ¿qué lección saca de ella? En los peores momentos llegué a pensar que morirse no era tan malo, pero sentirse así es un error, porque nosotros somos unos privilegiados ya que, a diferencia de otras enfermedades, tenemos una oportunidad y hay que luchar por ella sin descanso, pues la recompensa es muy grande, vale la pena pasar por todo. Quien vive un cáncer se convierte en héroe, y su actitud es un ejemplo para todos los que le rodean, el legado que deja es muy grande. La experiencia ha sido positiva, lástima que tengamos que pasar por esto para darnos cuenta de las cosas que dejamos escapar; cada día vivido vale por diez, pese a que haya dificultades de todo tipo, los ratos malos son más llevaderos y los buenos, son fantásticos. La imagen y testimonio de Ramón Márquez se encuentran expuestos en el pasillo de hematología del Hospital La Fe de Valencia y en el pasillo de oncología del Hospital General de Alicante. |