Eres mi visita número

martes, 15 de mayo de 2018

ISRAEL EGEA BARBERO | Agente Inmobiliario


 "La música me ayudó bastante, en los peores momentos subía el volumen para silenciar el dolor y la desesperación"

Israel Egea durante su entrenamiento diario de padle en un Club de Elche / M. J. Delgado

La vida de Israel Egea Barbero (Elche, 1981) se detuvo el 27 de enero de 2011 cuando le comunican que padecía una leucemia mieloide aguda. Por esas fechas, Israel trabajaba en la promoción inmobiliaria,  el deporte ocupaba su tiempo libre, y entre sus planes no se encontraba morirse a los treinta años. Así que, decidió no quedarse en la zona pantanoiniciar el juego con un buen saque, y responder a cada uno de los golpes que recibiera de la enfermedad con un espectacular smash liftado.
Israel comenzó el partido cuatro días después de diagnosticarle la enfermedad, en el Hospital General de Alicante. Recibió dos ciclos de quimioterapia durante siete días, y se mantuvo ingresado treinta para cada tratamiento. "El primer ciclo fue el de inducción, estuve treinta días aislado en el hospital; los siete primeros fueron de quimio, y el resto para recuperar las defensas hasta poder darme el alta. El segundo ciclo fue el de consolidación, y entre los dos estuve quince días de descanso.  Una vez finalizados, y tras muchas pruebas, aunque me encontraba en remisión completa, los médicos decidieron que debían hacerme un trasplante de médula o de cordón umbilical debido al riesgo alto de recaída", relata Egea como si contara una película, y continúa: "El trasplante lo recibí en el Hospital La Fe de Valencia, y el tratamiento me resultó parecido a los anteriores: quimioterapia siete días, descansé uno y al siguiente, me hicieron el trasplante. Me resultó interesante, era como una transfusión de sangre, que, por cierto, recibí una multitud, y continué ingresado otros treinta días hasta que me dieron el alta".
Una vez que te disfrazas con el pijama hospitalario, no hay vuelta atrás: "Las complicaciones durante mi tratamiento fueron varias, fiebres altas, rechazo a mi médula -eich- que se manifestó en la piel y en algunos órganos, pero pude hacerles frente con la medicación, y consiguieron controlarlas con antibióticos y cortisona. Debido a esas fiebres, ingresé en varias ocasiones, y en cada ingreso suponía estar como mínimo siete días hospitalizado", comenta este superviviente, y añade: "Realmente no planificaba proyectos para cuando saliera, solamente quería que todo terminara y que pudiera disfrutar de mi familia y de la gente que me apoyaba, quería y necesitaba recuperar mi vida".
Lo que más fuerza le dio a Israel fue el apoyo de su familia y de su, entonces, pareja, "estuvieron en todo momento conmigo y en esos instantes es lo que más se valora y lo único que yo deseaba era salir adelante, ya no por mí sino por ellos, para que dejaran de sufrir". Y confiesa que le "gustaba escuchar todo tipo de música, quería tener la mente en blanco para olvidar dónde estaba y cómo me encontraba; la música me ayudó bastante,  en los peores momentos subía el volumen para silenciar el dolor y la desesperación".
Egea conserva muy viva su experiencia con la leucemia, y también, la gratitud que siente por todas las personas que de forma directa o indirecta le ayudaron a continuar viviendo: "Doy mi agradecimiento a la persona que en un momento determinado decidió donar su cordón umbilical, sin ella y sin todos los donantes de sangre, mi recuperación no habría sido posible. También agradezco a mi pareja en aquel momento que paró su vida por estar junto a la mía, por hacerme los días más fáciles en esa etapa tan difícil, me lo dio todo sin importarle ni reprocharme nada. Mis padres, que junto a mi pareja, no se separaron de mí ni un momento, y el resto de mi familia  consiguieron que me viera capaz de salir hacia adelante, y eso me motivaba en los malos momentos que fueron muchos".
Israel tampoco olvida en sus agradecimientos al equipo médico y sanitario del Hospital General de Alicante y de La Fe, según él se siente "privilegiado de haber tenido la suerte de contar con su profesionalidad y de haber recibido tan buen trato". 
Cuando consigues finalizar todo el tratamiento, y te entregan el informe médico de alta, sientes la libertad. Has logrado superar la primera fase de la prueba, y ya puedes salir de una habitación de diez o doce metros cuadrados en la que, durante un largo período de tu existencia, has vivido recluso sin merecerte esa sentencia. A continuación, das tus primeros pasos con una voluntad que te deja sin aliento, y caminas hacia el exterior totalmente expuesto a que tus pulmones reciban millones de bacterias, esporas, moléculas de monóxido de carbono y de azufre...  con un sistema inmunitario más débil que el de un recién nacido, y con una médula que no te pertenece y que tiene que adaptarse a tu cuerpo. Las únicas herramientas de las que dispones para ayudar a tus defensas son: la necesidad de vivir y cantidades industriales de medicamentos que debes administrarte por la mañana, al mediodía, después de comer, por la tarde, por la noche, y antes de acostarte, y, siempre, con el miedo constante a expulsarlos en cada vómito.


La imagen y testimonio de Israel Egea se encuentran expuestos en el pasillo de aislamiento del Hospital General de Alicante y del Hospital La Fe. 

domingo, 6 de mayo de 2018

ROSA GARCÉS VILLALONGA | Recepcionista

"Lo más importante es ser optimistas y tener confianza en el equipo médico"

Rosa Garcés de paseo vespertino por las calles de Logroño / M. J. Delgado

Rosa Garcés Villalonga (Castellón, 1969) comenzó su batalla el 20 de noviembre de 2006 cuando le comunican el diagnóstico: se le había desarrollado una leucemia linfoblástica aguda. La noticia les dejó a todos paralizados pero con sus pensamientos y sentimientos en ebullición: una enfermedad grave -de la que sólo conocían lo escuchado en los medios de comunicación- irrumpía en sus vidas. 

La posición que Rosa ocupa en su familia -hermana mayor de Estela, Sandra y Juan- provoca que, ante cualquier problema, manifieste su instinto de protección: "En un principio sentí tristeza, pero poco a poco pensé que, de toda mi familia, si tenía que pasar a alguien, mejor que fuese a mí porque me sentía más fuerte", confiesa Garcés con serenidad. Esta castellonense ingresó en media docena de ocasiones en el Hospital General de Castellón y en La Fe de Valencia para recibir el tratamiento de quimio,  por fiebres altas, por una coledocolitiasis, y para el trasplante de médulaSu hermano fue el donante; era de esperar que todo quedara entre ellos; Rosa es una de esas personas que, junto con sus progenitores y hermanos han construido un pequeño círculo indestructible -la familia- fortalecido con las experiencias difíciles.

En muchas ocasiones es necesario vivir situaciones límite para descubrir nuestra realidad, como le ocurrió a Garcés cuando esta dolencia la despertó de una bofetada. "Antes de la enfermedad valoraba muchas cosas, y entre ellas no estaba la salud, siempre me había encontrado muy bien, me creía que los amigos eran lo más importante, pero luego te das cuenta de los que son amigos de verdad, y de que lo que tiene valor es la salud, la familia y los amigos más cercanos", confiesa Rosa, poseedora de una brújula invisible -los fuertes lazos familiares- que le permitió vivir su enfermedad con entereza: "No me esperaba lo duro que fue hasta llegar al trasplante, desde un principio estaba muy tranquila de saber que mi hermano era compatible conmigo, pensaba que todo iría bien".
Garcés opina que esta "experiencia afecta a todos de alguna forma, y si te pasa, es mejor mirar lo positivo de todo, tratas a gente extraordinaria que vale la pena conocer por la gran humanidad que desprende, y quien está pasando por este proceso debe tener paciencia porque es muy duro, por ello lo más importante es ser optimistas y tener confianza en el equipo médico", y cuando se observa sus heridas de guerra -una eich que le afecta a la piel- suplica que "no le toque a ningún familiar o amigos pasar por eso, sería muy duro para mí, además, después, cuando ya lo has superado, vives pendiente de que en cada revisión todo salga bien".


La imagen y testimonio de Rosa se encuentran expuestos en el pasillo de hematología del Hospital La Fe de Valencia, del Hospital Arnau de Vilanova, y próximamente, en el General de Castellón.

miércoles, 28 de marzo de 2018

MARÍA ARACELI LALINDE SAINZ | Auxiliar de Enfermería

"Tengo el recuerdo de una persona doblada vomitando sin parar"

Araceli Lalinde en un paseo vespertino por los campos de Alicante / M. J. Delgado

María Araceli Lalinde Sainz (Alicante, 1954) pasa desapercibida a los ojos de la clientela de un restaurante de Torrellano en donde habíamos quedado, pero, cuando me cruzo con su mirada, atisbo un enorme mundo escondido en su persona. Madre de una chica con síndrome de Down, la mayor, y de tres chicos, estrenó su maternidad siendo muy joven. La práctica de yoga le ha ayudado a afrontar con serenidad las dificultades que la vida le ha obsequiado a lo largo de toda su existencia. Esta Auxiliar de Enfermería, acostumbrada a la lucha constante, no le vino grande el diagnóstico de un cáncer de colon en junio de 2003, sino todo lo contrario, recibió a esta enfermedad como otro reto más al que enfrentarse.

¿Cómo comienza este nuevo desafío?
Quince días después del diagnóstico, me extirparon el tumor. Además de esa operación, recibí quimioterapia durante seis meses en sesiones de cuarenta y cinco minutos, una vez al mes y seis días seguidos en cada ocasión. No tuve complicaciones, sólo los efectos secundarios del tratamiento; tengo el recuerdo de una persona doblada vomitando sin parar.

Fue una etapa en la que pasó mucho tiempo en el hospital, ¿qué recuerda del personal que le atendió?
Todo el personal sanitario se implica en cualquier situación, pero en estos casos son personas con una gran experiencia y empatía. Nunca me faltó una palabra de ánimo o una sonrisa, hasta algún silencio cuando lo necesité. Mi más sincero agradecimiento hacia ellos.

Y con respecto a las personas que le rodean, ¿qué papel desempeñaron durante su tratamiento?
Me animaba viendo a mis hijos, a mi marido, a mi familia, amigos... Me decía que no podía defraudarles, que estaban conmigo y yo con ellos, siempre con pensamientos positivos. Hubo momentos muy duros, y me animaba dando paseos, sintiendo el sol, la playa, intentando tener sosiego.

Durante esos momentos tan duros, el tema de la sexualidad ¿qué lugar ocupa?
La sexualidad en esa etapa no la viví, no me acordé de ella, estaba aparcada en un segundo plano. No había lugar para ella, pero sí para el cariño, mucho cariño. Después, tu mente y tu cuerpo hacen que todo resurja y vuelva la normalidad. El tema de la sexualidad volvió muy bien, como siempre; si tu sexualidad ha sido bonita, complaciente, etc., pues todo reaparece de nuevo, quizá con más consciencia.

Usted participa en la campaña de apoyo "Sin miedo, retratos y testimonios" ¿cuál es el mensaje que envía a quienes se encuentran inmersos en la batalla contra un cáncer?
Que intenten no desanimarse, aunque hay momentos para todo en el día a día. Que vayan intentando darse ánimo paso a paso para que la alegría vuelva, que las metas se alcanzan, que el sueño de salir adelante se hace realidad y que somos muchos los que estamos aquí para seguir dando gracias a la vida.

Este reto lo ha conseguido, su historia contra el cáncer ya ha finalizado ¿qué epílogo escribiría?
Pues con el paso de los años me he dado cuenta de que ha sido una experiencia positiva, me ha enseñado a valorar las pequeñas cosas de la vida, a saber que tengo gente a mi alrededor que me quiere, y a disfrutar de cada momento del día a día, sea bueno o menos bueno, de todo se aprende.


La imagen y testimonio de Araceli Lalinde se encuentran en el pasillo de oncología del Hospital General de Alicante.


jueves, 8 de marzo de 2018

AMPARO TEN CRESPO | Pintora, abuela y aventurera

"La sexualidad pasa a segundo o tercer plano, lo que necesitas en esos momentos es mucho cariño, ayuda y atenciones"

Amparo Ten en el apeadero de la Fonteta de San Lluìs en Valencia / M. J, Delgado


Amparo Ten Crespo (Alginet, 1952) supo que padecía una leucemia mieloblástica aguda M5 en el Hospital de la Ribera (Alzira) el 9 de junio de 2007, pero fue en  La Fe de Valencia donde comenzó con todo el tratamiento de quimio hasta que en 2008 le realizaron un autotrasplante.

Esta alginetina porta en su ADN la "dextérité" para sobrevivir a situaciones complicadas y salir de ellas airosa. Hija de padres emigrantes, Amparo se marchó con ellos a Francia con apenas doce años (1964), cuando volvieron a buscarla. Allí estudió Primaria, Secundaria,  Estenografía y Mecanografía; y con apenas dieciocho años comenzó a trabajar como administrativa en la capital del Sena. En dos décadas, Amparo llegó a dominar una lengua que desconocía, se casó con Vicente, trajo a su mundo de madre trabajadora a dos hijos y a una hija, y retornó al pueblo que la vio nacer.  Sus historias vividas y acumuladas las utiliza para entretener a sus cuatro nietos, para contarlas a través del óleo o del carboncillo -arte heredado de su padre- y para refugiarse en ellas en los momentos difíciles.

En Alginet regentó durante trece años, junto a otra compañera, el Bar Musical hasta que lo dejó en 2007 cuando ingresó con neumonía en la UCI del Hospital de Alzira. "Esa infección enmascaraba la leucemia, pero fue confirmada con la punción de médula; el Dr. Santiago Bonafe hizo que me trasladaran en ambulancia al Hospital La Fe", recuerda la pintora, y continúa explicando: "En el ingreso de aislamiento, tuve cuatro en total, después de recibir mi trasplante me tuvieron que operar de colecistitis aguda a las nueve y media de la noche a vida o muerte puesto que me encontraba sin defensas". 

 Amparo recibió cuatro ciclos de quimioterapia -inducción, consolidación e intensificación- en un corto espacio de tiempo, apenas cuatro meses, antes de realizarle el trasplante; según informa, continúa viviendo gracias a las innumerables transfusiones, al buen trabajo que realizaron con ella los profesionales de medicina, y al apoyo que le brindó su familia, lo que hacía que tuviera ánimo para continuar y soportar todas las complicaciones que le sucedían, y ese agradecimiento lo muestra cuando revive los momentos de su tratamiento: "Gracias, muchas gracias al Dr. Guillermo Martin Aragonés y a su equipo por haberme devuelto a la vida, al Dr. Jaime Sanz por su gran corazón y cariño; tuvo un papel importante el Dr. Santiago Bonanad Boix y su equipo por diagnosticarme la leucemia en Alzira y decidir mi traslado a La Fe. De las enfermeras y enfermeros siempre recibí un estupendo trato; y ¡cómo no! Agradezco el apoyo moral y físico de mi marido y de mis hijos que me animaban con sonrisas, palabras y caricias".
Durante todo el proceso, esta abuela superviviente reconoce que creó prioridades, por ejemplo con "la sexualidad, que pasa a un segundo o tercer plano, lo que necesitas en esos momentos es mucho cariño, ayuda y atenciones", y aconseja que "durante esa lucha hay que tener mucho ánimo y mucha voluntad para salir adelante. Luego ves que vas mejorando y que tu capacidad para realizar cosas aumenta poquito a poco".
Amparo reconoce que se ha "quedado más débil, pero feliz de haber podido ver a los hijos casarse o vivir ya con pareja", su sueño de ser abuela se ha realizado, y acompañar a sus nietos en su crecimiento es su "mayor alegría". Para ella, "la experiencia es muy positiva, vuelves a nacer con ganas de vivir, apartas pequeñeces y valoras lo que verdaderamente es importante". 
 
La imagen y testimonio de Amparo Ten se encuentran en el pasillo de hematología del Hospital La Fe de Valencia.



lunes, 12 de febrero de 2018

CONCEPCIÓN GÓMEZ FERRIOLS | Jubilada

"No temo a nada ni a nadie, lo peor ya ha pasado gracias al gran equipo de Hematología que me atendió"

Concepción Gómez en la playa de la Malvarrosa de Valencia / M. J. Delgado

Concepción Gómez Ferriols (Valencia, 1952) deja huella por donde camina y en donde se establece; en los nuevos círculos de amistades no necesita que la presenten, de eso ya se encarga ella. "Me llamo Marichi, en agosto de 2014 me diagnosticaron una leucemia mieloblástica aguda M5, y como veis, estoy fantástica", explica Concepción como voluntaria de ASLEUVAL en las charlas oncohematológicas.
Gómez se siente orgullosa de haber superado la enfermedad y de tener la oportunidad de compartir su experiencia. Fueron muchos los obstáculos que encontró durante su tratamiento, y sin embargo, continúa con más energía que antes de iniciarlo. Toda ella es puro nervio, y no ha hecho mella en su cuerpo ni en su ánimo la aplasia postquimioterapia, las innumerables transfusiones de hematíes y plaquetas, los focos de fiebre con delirios, la toxicodermia generalizada en tronco, extremidades y cuero cabelludo, o los treinta días de fiebre alta de después del trasplante. "El veintitrés de febrero de 2015 recibí un trasplante alogénico de sangre periférica, por lo que se me desarrolló la enfermedad del injerto contra huésped crónica. Tuve cinco ingresos, recibí quimioterapia, concretamente, dos ciclos de inducción, dos de consolidación y a continuación, la quimio para el trasplante", continúa explicando Marichi a sus oyentes.
Esta valenciana confiesa que siempre se encuentran presentes en sus pensamientos sus padres Agustín y Concha, su hermana Angelita y sus amigos Manolo, Rosa y Concha porque se mantuvieron en todo momento a su lado; y cuando habla de sus hijos, se emociona: "Mi hija Irene fue quien me llevó al Clínico, y estuvo siempre cerca de mí, y mi hijo Pepe y mi nuera Miki me acompañaron durante las siete semanas que duró mi recuperación por el trasplante". Gómez no olvida, tampoco, el trato que recibió en el hospital: "Gracias al gran equipo médico del Clínico, a las enfermeras y a las auxiliares, yo estoy aquí".
El amor hacia los suyos fue lo que la empujaba a continuar en su lucha. "Me animaba pensando en mis nietos Leo y Rosa, mis dos tesoros, no me podía ir de este mundo sin verlos crecer, tenía sus fotos en formato folio a los pies de la cama, así era lo primero y lo último que veía todos los días", recuerda Marichi. Y aconseja:  "No hay que pensar ni por un momento que la enfermedad es más fuerte que nosotros, yo siempre decía que me encontraba bien y que era mi sangre la que estaba mal", y añade, "he vivido una experiencia muy dolorosa pero muy positiva".

 Durante su tratamiento, confiesa que "sólo quería que me abrazaran, así me daban fuerzas para seguir luchando contra la enfermedad". Después de haber superado la enfermedad, este torbellino de mujer se ha propuesto disfrutar de la vida con todo su ímpetu: "Quiero vivir, disfrutar y hacer mil cosas que antes no podía hacer por falta de tiempo. Ahora no temo a nada ni a nadie, lo peor ya ha pasado gracias al gran equipo de Hematología que me atendió".


La imagen y testimonio de Concepción Gómez Ferriols se encuentran expuestos en el pasillo de Hematología del Hospital La Fe, y próximamente también en el Hospital Clínico Universitario de Valencia.

domingo, 4 de febrero de 2018

LOLES JORDÁN RIERA | Emprendedora
FRANCISCA JIMÉNEZ GONZÁLEZ | Profesora de yoga
ÁNGELA GARCÍA ALARCÓN | Deportista

"Durante el tratamiento no se habla de la vida sexual, las mujeres viven el proceso en solitario"

Loles Jordán, Francisca Jiménez y Ángela García en el exterior de los probadores de un conocido centro comercial de Elche / M. J. Delgado
El cáncer de mama les ha enseñado a respirar, a oxigenar su interior. Han aprendido a inspirar, contar hasta siete y soltar todo el aire lentamente hasta quedarse sin aliento; en esa expulsión liberan todos aquellos pensamientos que les intoxican.
Loles Jordán Riera (Alicante, 1959) tenía 53 años cuando le diagnosticaron la enfermedad; le quitaron dieciséis ganglios del pecho derecho y recibió quimio y radioterapia. "Antes del cáncer, sufrí un ictus que me afectó al lado derecho de mi cuerpo, y, aún así, yo continuaba con mi negocio de hostelería, pero al comenzar con el tratamiento de quimio y radio tuve que echar la persiana definitivamente", comenta Loles como algo anecdótico mientras vierte un sobre de azúcar en su café con leche.
A Francisca Jiménez González (Gandía, 1952) le sorprendió el cáncer con 45 años, en el mejor momento de su vida, lo que le supuso una interrupción y un replanteamiento de su modélica existencia. "Primero me practicaron la mastectomía y después estuve recibiendo quimioterapia. Anímicamente me encontraba muy asustada y con mucha rabia, pero una vez que conseguí superar el miedo, me vino la valentía", recuerda Paqui con una serenidad que contagia a sus amigas de tertulia.
Ángela García Alarcón (Hellín, 1959) recibió la noticia de su enfermedad con 52 años. A ella le estirparon 49 ganglios, recibió tratamiento de quimio y radio, y a pesar de la medicación que continúa tomando y de la fibromialgia que padece, esta deportista nata confiesa que se siente "muy activa, practico deporte a diario, sobre todo natación y gimnasia, pero hasta donde puedo llegar".
Cuando la naturaleza te lanza a tierras movedizas, sin nada a que agarrarte, sólo a tus pensamientos, compruebas que no eres dueño de tu vida y que, en realidad, no eres libre para disponer de ella.  No posees ninguna herramienta para sobrevivir, tan solo tu intelecto y según cómo lo manejes, puedes hundirte más en la oscuridad o, por el contrario, emerger. Si consigues dominar esa lucha interna, sobrevives; ese trabajo de limpieza interior supone un esfuerzo sobrehumano, te encuentras en el epicentro de una batalla contra el dolor, pues escuece mirar a los ojos de tu verdad, la que siempre te ha acompañado y a la que nunca has querido o sabido enfrentarte.
Después de superar un cáncer y todo su tratamiento, te queda la duda de que puede volver a visitarte. Pero, en esta hazaña has descubierto tu fuerza y la verdadera vida, es por eso que tu visión del mundo cambia por completo, aunque sientas esa inseguridad. Jordán explica que después de la enfermedad, se conforma con muy poco; García se siente orgullosa de su cuerpo porque está viva, y Jiménez revela que la enfermedad le ha cambiado en la forma de mirar su interior, en la relación con su familia, con ella misma y con el universo en el que vive.
Este desfío hace que todo se transforme, o mejor dicho, que tú te transformes y como consecuencia, cambie todo lo que te rodea. Y cuando se trata de un cáncer, en especial el de mama, el modo de vivir la sexualidad da un giro. "Durante el tratamiento no se habla de la vida sexual, muchas mujeres viven el proceso en solitario, no han tenido un buen compañero de viaje y no han hablado. Es algo que debería trabajarse en pareja", reconoce Francisca.

La imagen y testimonios de Loles, Francisca y Ángela se encuentran en el pasillo de oncología del Hospital General de Alicante.

domingo, 21 de enero de 2018

ROSARIO RAMÓN RAMÓN | Ama de casa y jubilada

“La familia es mi principal apoyo, aparte de mi Fe y de mis ganas de superar la enfermedad”

Rosario Ramón en el parque Sector 5º de Elche / M.J. Delgado

La fragilidad aparente de Rosario Ramón Ramón (Dolores, 1946) es el disfraz de su fortaleza interior.  La carga constante de su luz procede de una fuente propia, no necesita adquirirla ni absorberla de otras personas, al contrario, es ella quien la regala, y es que Rosario es donante de energía: anima a sus hijos, a su marido, a su familia política, a sus amigos, y a todo aquel que se cruza en su camino.

La frescura y vivacidad que Rosario desprende ocultan una intensa y difícil existencia; se siente orgullosa de sus cinco hijos -paridos todos en un lustro- y de sus ocho nietos, de haberse casado con dieciocho años y de haberse estrenado como madre con diecinueve, de haber conciliado su  maternidad con las labores de la casa y con su trabajo como envasadora, cocinera, trabajadora de mantenimiento en el aeropuerto de Elche y como auxiliar de enfermería.

Ese coraje y valentía es lo que a esta luchadora innata le han ayudado a superar las adversidades y los obstáculos;  uno de los últimos fue el diagnóstico, en marzo de 2008, de una leucemia mieloide aguda que coincidió con la pérdida del benjamín de su casa. “A mi hijo le hablo todas las noches y le cuento cómo he pasado el día, y aunque no puedo verlo, siento que está siempre conmigo, y eso hace que continúe hacia adelante, y siga disfrutando de mis otros hijos, de mis nietos y de mi marido”, confiesa esta dolorense.


De cada uno de sus  innumerables ingresos hospitalarios provocados por la leucemia y por las complicaciones derivadas de esta enfermedad y de la quimioterapia, esta jubilada,  eternamente joven,  consigue renacer como el ave fénix.  Ni las múltiples lesiones gástricas, ni las neumonías, ni las insuficiencias respiratorias, ni la colecistitis gangrenosa, ni la hemorragia cerebral, ni la enterecolitis neutropénica, ni la intervención hemicoloctómica han podido con su optimismo.  “La familia es mi principal apoyo, aparte de mi Fe y de mis ganas de  superar la enfermedad”, revela Rosario, quien, además,  aconseja a quienes se encuentren pasando por una situación difícil que “tengan mucha Fe, fuerza de voluntad y la seguridad de que en esta vida todo se puede superar”. 



Rosario Ramón forma parte del medio centenar de supervivientes que participan en la campaña de sensibilización "Sin miedo, retratos y testimonios", presente en los principales hospitales valencianos gracias a la colaboración de la Asociación para la Lucha contra la Leucemia de la Comunidad Valenciana (ASLEUVAL). 

La imagen y testimonio de Rosario Ramón se encuentran expuestos en el pasillo de hematología del Hospital La Fe de Valencia y del Hospital General de Alicante.