Eres mi visita número

miércoles, 15 de noviembre de 2017

RAMÓN MÁRQUEZ LÓPEZ | Empresario de la distribución y del comercio de bebidas                                

"En los peores momentos llegué a pensar que morirse no era tan malo"

Ramón Márquez recorriendo el Camino de Santiago hace una parada en Lugo/ M.J.Delgado

Ramón Márquez López (Aldaya, 1964) dedicaba todo su tiempo al trabajo, a la familia y al deporte -submarinismo, artes marciales y vela- hasta que, en febrero de 2014, le diagnostican una leucemia mieloide aguda. A partir de entonces, es cuando este empresario de la distribución y del comercio de bebidas se ve obligado a cambiar de vida; su existencia hasta ese momento giraba, principalmente, en torno a su esposa María del Carmen y a sus hijos Ramón y Juan Carlos. La enfermedad provocó que toda esa arquitectura se transformara; de repente, él se convertiría en el centro de atención y destinatario de los cuidados, algo para lo que ninguno se había preparado. Aún así, después de tres largos años, todo vuelve a encajar y a tomar forma: las dificultades por las que han pasado, lejos de debilitar los lazos familiares, los han reforzado;  y sus aficiones deportivas, en lugar de abandonarlas, las ha sustituido por otras más acordes con su estado físico actual -caminar, bicicleta y Kali Filipino-. Ramón se siente orgulloso de haber superado la leucemia, y ha compartido su experiencia a través de la campaña de sensibilización "Sin miedo, retratos y testimonios" de ASLEUVAL, presente en los hospitales valencianos.


En su caso, ¿cuál es el tratamiento que recibe para hacer frente a la enfermedad?

La leucemia me la diagnosticaron el 11 de febrero, y el 28 de julio de ese mismo año me realizaron un autotrasplante. El tratamiento previo al trasplante consistía en un protocolo de cuatro sesiones de quimioterapia de una semana de duración y unos treinta días de ingreso por sesión, en el último estuve cuarenta días.

Todo ello le provocó unos efectos secundarios...

Sí que tuve muchos síntomas secundarios, lógicos del tratamiento, como fiebre a partir del segundo ciclo de quimio, en el primero no tuve ni un solo día; pérdida de peso, unos 38 kilos; vómitos, aftas bucales, sangrado por falta de plaquetas, e inflamación de la glándula salival de manera notable durante unos días.

¿Qué armas utilizaba para enfrentarse y sobrellevar estas complicaciones? 

Verás, mi ánimo se apoyó siempre, en mi caso, en el hecho de que si no ponía todo y más de mi parte me podía perder el disfrutar de mis hijos, de mi mujer y del resto de familia y de amigos. Es cierto que he sido un privilegiado en la compañía de mi mujer, pues estuvo veinticuatro horas conmigo durante más de año y medio; y mis hijos, todo su tiempo libre era para estar allí, nunca les pude convencer para que retomaran su vida sin pensar en mí para cada paso que dieran. También me daban mucha fuerza y cariño las personas que me atendieron en la planta de hematología, desde la mujer de la limpieza hasta la última enfermera; la actitud positiva que me mostraban era un acierto muy grande para no caer en el desánimo, y sentía que nada malo me podía pasar con aquellas personas a mi alrededor.

Una experiencia difícil, ¿qué lección saca de ella?

En los peores momentos llegué a pensar que morirse no era tan malo, pero sentirse así es un error, porque nosotros somos unos privilegiados ya que, a diferencia de otras enfermedades, tenemos una oportunidad y hay que luchar por ella sin descanso, pues la recompensa es muy grande, vale la pena pasar por todo. Quien vive un cáncer se convierte en héroe, y su actitud es un ejemplo para todos los que le rodean, el legado que deja es muy grande. 
La experiencia ha sido positiva, lástima que tengamos que pasar por esto para darnos cuenta de las cosas que dejamos escapar; cada día vivido vale por diez, pese a que haya dificultades de todo tipo, los ratos malos son más llevaderos y los buenos, son fantásticos.


La imagen y testimonio de Ramón Márquez se encuentran expuestos en el pasillo de hematología del Hospital La Fe de Valencia y en el pasillo de oncología del Hospital General de Alicante

domingo, 12 de noviembre de 2017

FERNANDO VEINTIMILLA LÓPEZ | Odontólogo y empresario 

"Para nada la palabra ´leucemia`es sinónimo de muerte"

Fernando Veintimilla recibe clases improvisadas de contrabajo en una calle céntrica de Valencia / M. J. Delgado


A Fernando Veintimilla López (Valencia, 1976) le diagnosticaron una Leucemia Mieloide Crónica (LMC) en julio de 2007, dos días después de su cumpleaños. Su primer ingreso lo mantuvo aislado del mundo durante diez días, en la fase aguda, y tras regularizarle los niveles sanguíneos y confirmarse que podía tratarse de una LMC, comenzó a recibir un tratamiento farmacológico que, desde entonces, le ha permitido llevar una vida casi normal. Este odontólogo y empresario reparte todo su tiempo entre sus dos grandes pasiones: la familia y el trabajo; y, aunque son pocas las horas que le quedan libres, siempre intenta mantenerse  en contacto con personas que, como él, han vivido su misma experiencia, es por ello por lo que participa en la campaña de sensibilización "Sin miedo, retratos y testimonios" de la Asociación para la Lucha contra la Leucemia de la Comunidad Valenciana (ASLEUVAL), presente en los hospitales valencianos.


Fernando recuerda que los efectos secundarios del tratamiento que recibió "fueron los típicos, como dolor de huesos, vómitos, rampas, cansancio, insomnio, picazón y sequedad de piel,  e incluso seis años después continuaba con esos efectos a los que se me sumaba un estreñimiento severo y hemorroides, por lo que tuvieron que operarme en dos ocasiones: primero para tratar una hernia que me salió por el esfuerzo de ir al baño, y la segunda, a los quince días, me realizaron una esfinterectomía lateral anal para facilitarme la evacuación", desde entonces, de todo esto se encuentra bien. 

Aunque le han quedado algunas secuelas, Veintimilla manifiesta que "los niveles de colesterol están más altos de lo normal y se me ha desarrollado una hiperbilirrubenia, secundaria a una enfermedad genética llamada síndrome de Gilbert que me diagnosticaron en 2015 ya que no entendían los valores tan elevados de bilirrubina y el color amarillo de mi piel y de la esclerótica de los ojos", pues a pesar de estas secuelas, puede llevar una vida normal, o al menos lo intenta, ya que su familia necesita que así sea: como padre de dos mellizos nacidos en noviembre de 2015 tiene que hacer frente a esa gran responsabilidad.

Este empresario de la odontología considera que "trabajar es la mejor forma de tener la mente ocupada", y a pesar de que ya aparcó los recuerdos de esa experiencia, no olvida "el apoyo y ayuda de ASLEUVAL, el buen trato que recibió por parte del Dr. Martínez, la Dra. Regadera, y de Marisa la enfermera".

Fernando confiesa que "ante una enfermedad como la mía, una actitud positiva es fundamental, y para nada la palabra ´leucemia`es sinónimo de muerte", y cuando mira hacia atrás siente que vivió "una experiencia negativísima, no se lo doy a pasar a nadie"; pero, a pesar de ello, extrae como conclusión que "de todo se obtiene una lección que estoy seguro de que me va a ayudar en el resto de problemas que la vida me plantee".



La imagen y testimonio de Fernando Veintimilla se encuentran expuestos en el pasillo de hematología del Hospital La Fe de Valencia.