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martes, 4 de julio de 2017

MARÍA SOLEDAD FRANCO PÉREZ | Veterinaria

"Sin esta experiencia, no hubiera aprendido a valorar la vida tal y como la valoro hoy"

María Soledad Franco Pérez durante un descanso en Rambla Méndez Núñez de Alicante.


       El 8 de octubre de 1990 le diagnosticaron una leucemia mieloide crónica, y el 17 de mayo de 1991 recibió un trasplante de médula de su hermano Agustín. A María Soledad Franco Pérez (Albaida, 1964), Marisol para los suyos, le gusta saborear cada minuto; para ella, el día debería tener treinta horas, y con tan solo escucharla  ya transmite la energía y vitalidad propia de adolescentes. A esta veterinaria de 53 años le apasiona aprender y enseñar, y cuando irrumpe en algún lugar, los allí presentes se sienten contagiados por su entusiasmo. María Soledad es socia-fundadora de la Asociación para la Lucha contra la Leucemia de la Comunidad Valenciana (Asleuval) y además de colaborar con esta asociación, participa en la campaña de solidaridad y sensibilización "Sin miedo, retratos y testimonios".


Han transcurrido más de veintiséis años desde que le diagnosticaron la enfermedad. ¿Qué recuerda del tratamiento?

A nivel médico, tuve un ingreso por el trasplante, y  tres más debido a complicaciones, uno de ellos con operación quirúrgica incluida, cinco años después del trasplante.  Las complicaciones que tuve fueron:  enfermedad del injerto contra huésped (EICH) a nivel de esófago y útero, infección del catéter, el esófago llega a cerrarse por completo, también el cuello del útero, síndrome de Cushing debido al exceso de corticoides...

Durante todo el proceso, ¿cree decisivo el trato que recibe de las personas que le rodeaban?

Por supuesto, y agradezco a todo el servicio de hematología del hospital La Fe, desde los máximos responsables: D. Miguel Sanz, Guillermo Sanz Santillana, la Dra. Arilla (era la MIR que se hacía cargo de mí), la jefa de enfermería: Mª Dolores, Fede, Vicente, Ana... hasta la persona encargada de la limpieza: la Sra. Carmen. Todos, y cada uno de ellos, contribuyeron a mejorar mi estancia y a recuperar mi salud.
Son muchas las personas que estuvieron conmigo dándome amor, cariño y apoyo de todo tipo, pero hay agradecimientos especiales a mi familia y amigos; a mi hermano Agustín, porque gracias a su buena médula estoy aquí; a mi madre, porque sin su amor, cuidados y sacrificios incondicionales, no hubiera tenido la fuerza suficiente para seguir adelante; mi marido Daniel: porque gracias a su amor y compañía, el trayecto se hizo más fácil; a mi suegro Daniel, por estar presente en cada fase de la enfermedad como médico y padre.

¿Qué le daba fuerzas para soportar los largos períodos de aislamiento?

Saber que un día más de vida era un día ganado a la leucemia. Me imaginaba sana, y todo lo que podría hacer con mi vida cuando recuperara mi salud. Lo más importante para mí era salir de ahí con vida, y luego recuperar mi salud. Confiaba en mí, en mi cuerpo, y en la vida.

Y en el tema de la sexualidad, ¿qué importancia le daba en esa etapa? 

Durante el tratamiento, la sexualidad no existía. Después fuimos recuperándola poco a poco de forma natural, progresiva, de acuerdo a mi estado de salud. Cuando está en juego la vida, urge vivir, recuperar tu vida, y todo lo demás pasa a un segundo plano. La sexualidad se siente en la mirada, en cogerse las manos, en pasear juntos, en las caricias suaves por la espalda... y en todo el amor que sentí hacia mí.

¿Qué le diría a una persona a la que acaban de diagnosticarle una enfermedad oncohematológica?

Que lo viva. Que viva el proceso de la enfermedad, paso a paso, sabiendo que se sale más fuerte. Después de vivir esta experiencia, la vida se vuelve más sencilla, se le exige menos y se agradece cada minuto de nueva vida. Con el tiempo encontrarás un sentido a tu sufrimiento, lo llenarás de significado y continuarás con tu vida, siendo más sabia, más auténtica y más feliz.

¿Cómo se encuentra en estos momentos?

Llena de vida. Con trabajo, ilusión y amor por la vida.

¿Qué sentimientos le ha dejado esta vivencia?

Ha sido la experiencia que más sufrimiento me ha provocado, y gracias a ella me he convertido en la mujer que soy hoy. Por este motivo le estoy agradecida y la valoro como positiva. Estoy segura de que sin esta experiencia, no hubiera aprendido a valorar la vida tal y como la valoro hoy. Ahora en mi corazón llevo escrito: cada amanecer es un nuevo regalo que nos ofrece la vida.


La imagen y testimonio de Marisol Franco se encuentran expuestos en el pasillo de hematología del Hospital La Fe de Valencia.


María José Delgado
Julio de 2017

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