Eres mi visita número

domingo, 4 de febrero de 2018

LOLES JORDÁN RIERA | Emprendedora
FRANCISCA JIMÉNEZ GONZÁLEZ | Profesora de yoga
ÁNGELA GARCÍA ALARCÓN | Deportista

"Durante el tratamiento no se habla de la vida sexual, las mujeres viven el proceso en solitario"

Loles Jordán, Francisca Jiménez y Ángela García en el exterior de los probadores de un conocido centro comercial de Elche / M. J. Delgado
El cáncer de mama les ha enseñado a respirar, a oxigenar su interior. Han aprendido a inspirar, contar hasta siete y soltar todo el aire lentamente hasta quedarse sin aliento; en esa expulsión liberan todos aquellos pensamientos que les intoxican.
Loles Jordán Riera (Alicante, 1959) tenía 53 años cuando le diagnosticaron la enfermedad; le quitaron dieciséis ganglios del pecho derecho y recibió quimio y radioterapia. "Antes del cáncer, sufrí un ictus que me afectó al lado derecho de mi cuerpo, y, aún así, yo continuaba con mi negocio de hostelería, pero al comenzar con el tratamiento de quimio y radio tuve que echar la persiana definitivamente", comenta Loles como algo anecdótico mientras vierte un sobre de azúcar en su café con leche.
A Francisca Jiménez González (Gandía, 1952) le sorprendió el cáncer con 45 años, en el mejor momento de su vida, lo que le supuso una interrupción y un replanteamiento de su modélica existencia. "Primero me practicaron la mastectomía y después estuve recibiendo quimioterapia. Anímicamente me encontraba muy asustada y con mucha rabia, pero una vez que conseguí superar el miedo, me vino la valentía", recuerda Paqui con una serenidad que contagia a sus amigas de tertulia.
Ángela García Alarcón (Hellín, 1959) recibió la noticia de su enfermedad con 52 años. A ella le estirparon 49 ganglios, recibió tratamiento de quimio y radio, y a pesar de la medicación que continúa tomando y de la fibromialgia que padece, esta deportista nata confiesa que se siente "muy activa, practico deporte a diario, sobre todo natación y gimnasia, pero hasta donde puedo llegar".
Cuando la naturaleza te lanza a tierras movedizas, sin nada a que agarrarte, sólo a tus pensamientos, compruebas que no eres dueño de tu vida y que, en realidad, no eres libre para disponer de ella.  No posees ninguna herramienta para sobrevivir, tan solo tu intelecto y según cómo lo manejes, puedes hundirte más en la oscuridad o, por el contrario, emerger. Si consigues dominar esa lucha interna, sobrevives; ese trabajo de limpieza interior supone un esfuerzo sobrehumano, te encuentras en el epicentro de una batalla contra el dolor, pues escuece mirar a los ojos de tu verdad, la que siempre te ha acompañado y a la que nunca has querido o sabido enfrentarte.
Después de superar un cáncer y todo su tratamiento, te queda la duda de que puede volver a visitarte. Pero, en esta hazaña has descubierto tu fuerza y la verdadera vida, es por eso que tu visión del mundo cambia por completo, aunque sientas esa inseguridad. Jordán explica que después de la enfermedad, se conforma con muy poco; García se siente orgullosa de su cuerpo porque está viva, y Jiménez revela que la enfermedad le ha cambiado en la forma de mirar su interior, en la relación con su familia, con ella misma y con el universo en el que vive.
Este desfío hace que todo se transforme, o mejor dicho, que tú te transformes y como consecuencia, cambie todo lo que te rodea. Y cuando se trata de un cáncer, en especial el de mama, el modo de vivir la sexualidad da un giro. "Durante el tratamiento no se habla de la vida sexual, muchas mujeres viven el proceso en solitario, no han tenido un buen compañero de viaje y no han hablado. Es algo que debería trabajarse en pareja", reconoce Francisca.

La imagen y testimonios de Loles, Francisca y Ángela se encuentran en el pasillo de oncología del Hospital General de Alicante.

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