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martes, 15 de mayo de 2018

ISRAEL EGEA BARBERO | Agente Inmobiliario


 "La música me ayudó bastante, en los peores momentos subía el volumen para silenciar el dolor y la desesperación"

Israel Egea durante su entrenamiento diario de padle en un Club de Elche / M. J. Delgado

La vida de Israel Egea Barbero (Elche, 1981) se detuvo el 27 de enero de 2011 cuando le comunican que padecía una leucemia mieloide aguda. Por esas fechas, Israel trabajaba en la promoción inmobiliaria,  el deporte ocupaba su tiempo libre, y entre sus planes no se encontraba morirse a los treinta años. Así que, decidió no quedarse en la zona pantanoiniciar el juego con un buen saque, y responder a cada uno de los golpes que recibiera de la enfermedad con un espectacular smash liftado.
Israel comenzó el partido cuatro días después de diagnosticarle la enfermedad, en el Hospital General de Alicante. Recibió dos ciclos de quimioterapia durante siete días, y se mantuvo ingresado treinta para cada tratamiento. "El primer ciclo fue el de inducción, estuve treinta días aislado en el hospital; los siete primeros fueron de quimio, y el resto para recuperar las defensas hasta poder darme el alta. El segundo ciclo fue el de consolidación, y entre los dos estuve quince días de descanso.  Una vez finalizados, y tras muchas pruebas, aunque me encontraba en remisión completa, los médicos decidieron que debían hacerme un trasplante de médula o de cordón umbilical debido al riesgo alto de recaída", relata Egea como si contara una película, y continúa: "El trasplante lo recibí en el Hospital La Fe de Valencia, y el tratamiento me resultó parecido a los anteriores: quimioterapia siete días, descansé uno y al siguiente, me hicieron el trasplante. Me resultó interesante, era como una transfusión de sangre, que, por cierto, recibí una multitud, y continué ingresado otros treinta días hasta que me dieron el alta".
Una vez que te disfrazas con el pijama hospitalario, no hay vuelta atrás: "Las complicaciones durante mi tratamiento fueron varias, fiebres altas, rechazo a mi médula -eich- que se manifestó en la piel y en algunos órganos, pero pude hacerles frente con la medicación, y consiguieron controlarlas con antibióticos y cortisona. Debido a esas fiebres, ingresé en varias ocasiones, y en cada ingreso suponía estar como mínimo siete días hospitalizado", comenta este superviviente, y añade: "Realmente no planificaba proyectos para cuando saliera, solamente quería que todo terminara y que pudiera disfrutar de mi familia y de la gente que me apoyaba, quería y necesitaba recuperar mi vida".
Lo que más fuerza le dio a Israel fue el apoyo de su familia y de su, entonces, pareja, "estuvieron en todo momento conmigo y en esos instantes es lo que más se valora y lo único que yo deseaba era salir adelante, ya no por mí sino por ellos, para que dejaran de sufrir". Y confiesa que le "gustaba escuchar todo tipo de música, quería tener la mente en blanco para olvidar dónde estaba y cómo me encontraba; la música me ayudó bastante,  en los peores momentos subía el volumen para silenciar el dolor y la desesperación".
Egea conserva muy viva su experiencia con la leucemia, y también, la gratitud que siente por todas las personas que de forma directa o indirecta le ayudaron a continuar viviendo: "Doy mi agradecimiento a la persona que en un momento determinado decidió donar su cordón umbilical, sin ella y sin todos los donantes de sangre, mi recuperación no habría sido posible. También agradezco a mi pareja en aquel momento que paró su vida por estar junto a la mía, por hacerme los días más fáciles en esa etapa tan difícil, me lo dio todo sin importarle ni reprocharme nada. Mis padres, que junto a mi pareja, no se separaron de mí ni un momento, y el resto de mi familia  consiguieron que me viera capaz de salir hacia adelante, y eso me motivaba en los malos momentos que fueron muchos".
Israel tampoco olvida en sus agradecimientos al equipo médico y sanitario del Hospital General de Alicante y de La Fe, según él se siente "privilegiado de haber tenido la suerte de contar con su profesionalidad y de haber recibido tan buen trato". 
Cuando consigues finalizar todo el tratamiento, y te entregan el informe médico de alta, sientes la libertad. Has logrado superar la primera fase de la prueba, y ya puedes salir de una habitación de diez o doce metros cuadrados en la que, durante un largo período de tu existencia, has vivido recluso sin merecerte esa sentencia. A continuación, das tus primeros pasos con una voluntad que te deja sin aliento, y caminas hacia el exterior totalmente expuesto a que tus pulmones reciban millones de bacterias, esporas, moléculas de monóxido de carbono y de azufre...  con un sistema inmunitario más débil que el de un recién nacido, y con una médula que no te pertenece y que tiene que adaptarse a tu cuerpo. Las únicas herramientas de las que dispones para ayudar a tus defensas son: la necesidad de vivir y cantidades industriales de medicamentos que debes administrarte por la mañana, al mediodía, después de comer, por la tarde, por la noche, y antes de acostarte, y, siempre, con el miedo constante a expulsarlos en cada vómito.


La imagen y testimonio de Israel Egea se encuentran expuestos en el pasillo de aislamiento del Hospital General de Alicante y del Hospital La Fe. 

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